Ópera

Aida
Giuseppe Verdi
Una de las mayores ironías de la grand opéra francesa –el espectáculo total del primer Romanticismo– es que su legado haya llegado a nosotros principalmente a través de sucedáneos foráneos como Aida, cuyo estreno en El Cairo en 1871 estuvo rodeado de toda la parafernalia reservada a los grandes cónclaves geopolíticos. Lejos de claudicar a la vulgar tramoya característica de este género, esta obra maestra y punto de inflexión de la producción verdiana convirtió las escenas masivas en parte integrante del drama –y no mero espectáculo– e infundió a sus criaturas un fuego que alcanza temperaturas solares en su último acto, antes de fundirse en un amoroso abrazo de resignación y olvido.
Cualquier producción que pretenda estar a la altura de esta obra debe sortear retos no menos espinosos: que el drama brille por encima del espectáculo y que las pasiones despidan sus ígneos fulgores sin abrasarse en las morbosas llamas del folletín. Casi un cuarto de siglo después de su estreno en 1998, son precisamente estas las claves que explican la vigencia de esta histórica producción de Hugo de Ana en una reposición actualizada para demostrar una vez más –valga la redundancia– su perenne actualidad.
Ópera en cuatro actos
Música Giuseppe Verdi (1813-1901)
Libreto de Antonio Ghislanzoni, basado en un guion (1869) de Auguste Mariette y Camille du Locle
Estrenada en la Ópera de El Cairo el 24 de diciembre de 1871
Estrenada en el Teatro Real el 12 de diciembre de 1874
Producción del Teatro Real
En coproducción con Abu Dhabi Festival, basada en la original del Teatro Real de 1998
Coro y Orquesta titulares del Teatro Real
(Coro Intermezzo / Orquesta Sinfónica de Madrid)
Texto y Foto © Teatro Real